Bueno la verdad es que hasta hace un par de meses sólo la idea de tocar una gallina me daba "noxo", pero la idea de comer huevos caseros de gallinas alimentadas por nosotros me llevó a convencer a mi marido de la necesidad de construir un gallinero. Claro que nuestras gallinas tenían que tener una residencia digna, es decir bonita, limpia, espaciosa y con todas las comodidades. En principio iban a ser dos, pero somos cinco en la familia ( y las tortillas son de 8 huevos para arriba) así que decidimos añadir otras dos. Después te dicen que cuatro gallinas solas van estar muy tristes, pues hala, el gallo, y ya van cinco. Vamos que al final la estructura del gallinero cogió unas dimensiones considerables, y claro, tienen que corretear por ahí, pero las plantas del jardín ni tocarlas, pues un chalet con finca cerrada para ellas.
Tengo que contar que mi marido pretendía ponerle un balcón, ¿para qué?, le pregunté. Pues para que el gallo esté más cómodo controlando las gallinas, me contestó. Y ahí es cuando me asalto la duda de si nosotros estaríamos capacitados para cuidar a los pobres animales. Luego vinierón más dudas, el fondo, los vecinos ponen una rejilla metálica que se cepilla y facilita la limpieza. Pero las nuestras no, pueden coger frío en invierno, así que hubo que poner el piso de madera y cubrirlo con un aislante, y luego una capa de viruta de madera que cambio cada varios días para que estén limpias y no huelan. (Más tarde me enteré que tienen la sangre a cuarenta y tantos grados y que no sienten el frío como los humanos).
Luego vino el tema del palo, parece ser que lo necesitan para dormir, yo por aquel entonces creía que dormían sentadas en el suelo, pero no, duermen subidas en un palo y sostenidas por una pata, increíble, pero cierto, lo he visto con mis propios ojos. El palo tiene que ser grueso, con el de escoba que pretendía poner en un principio se podían dar un trompazo las pobrecitas, y le pusimos una rampa para subir con facilidad. Y se me olvidaba el ponedero, pues en la parte del fondo, colocamos unos cajoncitos (hechos con unos cuadros horrorosos que retiró mi hermana para alegría de su marido) que van separados por tabiques creando habitáculos independientes para tener intimidad a la hora de poner el huevo, faltaría más. Al ponedero accedemos por fuera a través de una pared abatible sin necesidad de entrar .
Empezamos trabajando en el garaje y cuando estuvo todo cerrado lo bajamos al fondo de la finca, entre cuatro como si fuera el trono de la Macarena, lo aislamos bien del suelo. El techo lo cubrimos de tela asfáltica y luego de brezo para que quedara más bonito. Y a la madera le dimos lasur al agua en color roble. Luego le hicimos dos cerrados, uno tipo bunker más pequeño, por si queríamos marcharnos unos días no tener que estar pendientes de los animales, este lo cerramos a cal y canto por todos los sitios con una malla verde de retícula muy pequeña por si viene la comadreja, más tarde descubrimos que el zorro la rompía con facilidad (suerte que esa noche durmieron cerradas) y hubo que reforzarla con otra malla de hierro. Luego otro cerrado menos seguro y más grande para que puedan campar a sus anchas sin estropear la huerta y el jardín.
Pasado el tiempo puedo decir que les he cogido cariño a estos animales y que disfruto cada mañana cuando les voy a abrir y a llevar maiz y pan, ellas a cambio nos surten de huevos casi a diario, el gallo no aporta mucho pero nos hace reir y tengo la impresión de que tengo las gallinas más felices del pueblo.