Estos compases son de bronce, sin piezas de hierro que puedan marear los imanes, asi que la tornilleria es blanda y hay que manipularla con cuidado.
Al abrirlo se comprobó que la pintura del mortero (así se llama el cuerpo) estaba deshecha y las juntas inservibles. La rosa de mica también se iba desconchado, así que tocó buscar suministros.
Una vez limpia, con la rosa y las juntas nuevas, se rellenó con la mezcla de agua destilada y alcohol que suele llevar este tipo de compás. Este es el proceso más latoso, pues no debe de quedar aire en su interior, pero con la yuda inestimable de mi padre, que es el entendido en estas lides, la llevamos a buen puerto.
Ando entre baúles,máquinas de coser y aparadores, no me olvido de nadie, poco a poco todo va saliendo.